25 noviembre 2005

Un Día Cualquiera -- Capítulo 4

Era imposible. Nadie se pasa una semana durmiendo a no ser que caiga en coma. Definitivamente, aquello desafiaba toda comprensión. ¿Qué había pasado?¿Qué me había inducido en ese sueño? Y entonces... verán, siempre tuve un sentido especial, un auténtico sexto sentido, que me avisaba cuando alguien me estaba observando o cuando estaba a punto de pasarme algo violento. No era nada especial, al fin y al cabo, siempre creí que la mayoría de las personas tenían algo parecido, pero en cada persona se manifestaba de forma diferente. En mi caso era un desagradable escalofrío, justo como el que me estaba recorriendo ahora la espalda en dirección al cuello, haciendo temblar mi cuerpo. Mi cuerpo se tensó y, lentamente, me di la vuelta...

No había nadie. ¿Me estaba volviendo paranoico? Probablemente. La situación desde luego era para volverse. De repente, una sombra se movió por el rabillo de mi ojo derecho. Me giré y... nada. Joder, algo se había movido, pero no lo había visto. Agucé el oído y no escuché nada, sólo la lluvia y mi respiración entrecortada. La tensión me había fatigado. Un momento... ¿eso era una pisada? Sí, y ahora otra. Algo se movía por la zona donde miraba, aunque aun no veía nada. Quizás por detrás de la esquina.

Sin esperarme a ver que salía, me fui corriendo por la calle en sentido contrario. Escuchando el chapotear de mis pasos, me quité las gafas para poder ver y giré por la primera calle que encontré, en dirección a la M-30. Una vez allí decidí ir al centro comercial, para buscar un callejero con el que orientarme en una ciudad en la que era relativamente nuevo. Si tenía suerte tendría las puertas abiertas y podría entrar, sino romper los cristales sería más fácil que romper un cierre blindado como el que me encontraría en cualquier otra tienda. Seguí corriendo hasta que lo vi, y entonces reduje el ritmo mientras me acercaba...

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